Viernes, 10 de febrero 2011
En Sevilla
No sé si
entristecerme o alegrarme de volver a casa.
Ha sido una
semana con varios días algo extraños. Llenos de momentos felices, risas,
intimidad, pero también peleas y malas caras. ¿Qué nos ha ocurrido?
Nos hemos
despedido con un beso, corto, tensos, y más por compromiso que porque lo sintiéramos
de verdad. De eso hace un rato, y todavía no tengo ningún mensaje de Luis en el
móvil.
Mientras
pienso trajino de una habitación a otra del piso.
Cojo el
cuaderno, y me pongo a escribir. Necesito desahogarme de alguna forma. Y gritar
no me va a servir de nada. Tampoco llorar. Así que lo haré a mi manera.
Lyria, esa
niñita que vino a mi mundo de fantasía un día en la playa, me acompaña ahora.
Rescato su
historia de mi memoria, desempolvo los pensamientos almacenados y voy dándoles
forma con las palabras.
Siento de
nuevo un cosquilleo en el fondo del estómago. No tiene nada que ver ni está
causado por Luis. Esto es diferente. Es placer, concretamente el Placer de
Escribir.